Este Blog ha nacido para dejar volar la imaginación, y al igual que las mariposas, anuncian su presencia con el aleteo de las alas, espero de vez en cuando volar para encontrar historias que contar.

17 de septiembre de 2014

EL MACHISMO ENVUELTO EN PAPEL DE SEDA

Estamos viviendo en una sociedad donde parece, que hemos crecido al ritmo de los tiempos. Una sociedad llena de buenos sentimientos y empatía entre hombres y mujeres, dando la impresión de haber roto la barrera del machismo que tanto daño ha hecho.
Es cierto que en muchas cosas este país ha crecido a una velocidad de vértigo y como diría un político… “no lo conoce ni la madre que lo pario”
Pero la realidad es perversa y ahí está el espantoso dato de las mujeres sometidas al yugo del hombre, con finales que nunca debieron producirse.
 Por otro lado, sería injusto no reconocer avances en este campo que todavía hoy tanta controversia produce, cuando el tema se pone a debate. 
Pero también es posible que las mujeres no hayamos sabido coger el toro por los cuernos, y dar ese puñetazo en la mesa para que ciertas cuestiones no se repitan. Porque también las mujeres, por las cuestiones que sean, han fomentado el machismo, y hoy seguramente seguimos siendo las principales culpables.
 También es injusto generalizar porque, sí, hay hombres que han sabido ponerse al lado de la mujer y reconocer derechos, ganados y demostrados por las mujeres desde siempre. Otros creen que han superado el tema, pero viven en una mentira.
 A lo largo de la historia siempre ha habido alguna mujer que se ha batido en duelo en busca de ese reconocimiento, que todavía hoy cuesta equiparar al cien por cien. Pero no voy a entrar en la historia para dar datos de cómo la mujer se ha movido en el mundo y lo importante que ha sido su trabajo, en todos los campos…, sí, en todos los campos.
 La mujer no solo ha sido esposa y madre, algo para lo que únicamente se suponía se tenían que preparar. Preparación que se obtenía en casa, no era necesario estudios de ningún tipo. Esta situación se daba en las casas de los pobres y los ricos, y no tenía otro fin que el matrimonio.
En el caso de las familias ricas, el camino al matrimonio podía ser diferente, e incluso más triste, porque la mayoría no pasaba de convertirse en un florero más o menos lujoso, dependiendo de la escala social. 
Y para ser honesta también las hubo que lucharon en contra de esa situación, con historias verdaderamente sangrantes.

Claro que, en el caso de los pobres, la mujer no se limitaba a estar en casa. La mujer pobre, era el apoyo y el segundo brazo de muchas otras tareas que ayudaban a sustentar la economía de la familia. 

Casadas y solteras solventaban las tareas domésticas, eran cocineras, lavanderas, planchadoras, modistas, y cuando se terciaba, eran hortelanas, escardaban, segaban, gavillaban, espigaban, han sido pastoras, cabreras, carboneras, buscadoras de oro (ahí está el artículo de Miguel Delibes a las buscadoras de oro del Bierzo). También tiraron del arado con singular pericia…en fin…no se han arredrado de nada. Todo ello en la mayoría de los casos sin cobrar jornal y en el caso de que lo cobraran, era una menudencia por el hecho de ser mujer. 
Eso sí, el hombre siempre se las ingenió para hacerle creer a la mujer, cuando le interesaba, que era la reina de la casa, que su buen hacer en el hogar, era el reposo y remanso del guerrero, que venía “doblao” del trabajo para traer el sueldo a casa…lo que hubiera hecho la mujer en casa o fuera de ella, nada tenía que ver con lo que hacían ellos.

Seguramente por esta razón no se preocuparon nunca de saber dónde estaban guardados los calzoncillos y demás piezas de vestir, de tal manera que, si no había una mujer al lado, eran incapaces de encontrar nada sin poner patas arriba las habitaciones.

O cuando a un hombre de la casa lo contrataban a trabajar en otro pueblo o finca, habían de llevarse a una de las mujeres para “asistirlo”, esto es; cocinar lavar y demás faenas domésticas. Parecía que se les podía caer algo si metían las manos en el fregadero, o si hacían más por su estómago que ponerse el trozo de chorizo entre el pan y el dedo gordo.
 Así las mujeres estuvieron a su servicio sin rechistar, convencidas porque así se lo enseñaron las madres, de que era el deber de una buena hermana o una buena esposa. Y se lo creyeron. Creyeron de verdad que eran mantenidas en su propia casa o la de sus padres. Se sacrificaron en silencio, no cabían quejas. Nadie se dio cuenta del rictus de tristeza que marcaba sus caras, no fueron dueñas de su destino, arrastrando silencios de penas y preocupaciones, sinsabores adormecidos paseando por la mente, acompañando los huidizos sueños. Mientras, ellos vivieron mejor, acunándose en la comodidad del buen hacer de ellas, y nunca sintieron el menor remordimiento. Todavía hoy viven como gallos de pelea mostrando pecho y espolones, retadores, sin darse cuenta de que hoy, no caben ciertas actitudes, que crecer no es solo adquirir estatura.

Este machismo era el pan de cada día, no era violento, era el de las costumbres, el que nuestros abuelos inculcaron a nuestros padres, y estos a nosotros. Y cuando el hombre crece rodeado de mujeres, tiene todos los puntos para convertirse en gallo de pelea porque el ingrediente de servilismo y mimos lo tiene en excesiva dosis.

Lo pasado, pasado está, y nada se reclama, pero los años transcurridos deberían haber servido para cambiar la forma de pensar y hacer…y resulta que ese machismo ha estado envuelto en papel de seda y a nada que hemos estirado de él se nos ha mostrado encabronado.

Han vivido mintiéndose, siguen pensando igual, pero… ¡ay! Con las mujeres de entonces…con ellas el caldo de cultivo es fácil encontrarlo, las creen débiles y sometidas, pero ya, NO.  Diferente es, con las que tienen hoy en casa, son de estos tiempos y saben que a ellas no les podrían pedir que dejaran sus trabajos para servirlos a ellos. Siguen teniendo sentido de posesión, aunque solo sea para hablar. Necesitan sentirse los gallos del corral y cuando alguna gallina le sale respondona, no les encaja. Siguen hinchando pecho y a nada que tengan oportunidad siguen menospreciando el servilismo de las mujeres. Es la cobardía del que se siente culpable, pero el orgullo no les deja razonar. La debilidad de quien ha perdido el poder que creía tener. O la certeza de no haber sabido crecer.

Yo quiero para la mujer el lugar que le corresponde, el que se gane, sin zancadillas, libre para elegir. Tiene derecho…hasta para equivocarse. 

María Calzada.