Este Blog ha nacido para dejar volar la imaginación, y al igual que las mariposas, anuncian su presencia con el aleteo de las alas, espero de vez en cuando volar para encontrar historias que contar.

28 de septiembre de 2013

LA TORRE4 (Recuerdo al Tío Cándido)


LA TORRE4  (Recuerdo al Tío Cándido)

Cuando se carece de casi todo, y se aspira a tener lo justo para sobrevivir  y la palabra ambición no llevaba implícita maldad, se vivía convencido de sacar cabeza sin hacer mal a nadie y, si cabe, a pesar de las propias carencias ayudar a los que tenias al lado. En esos tiempos, no faltaba quien lo pasaba peor y lo poco que tenías incluidas las fuerzas las repartías entre todos para hacer más llevadera la vida.  En la familia de Eusebio no faltaron ocasiones para repartir lo que tenia y ayudar con las fuerzas, en la intendencia de otras…
 La familia de Eusebio más allá de los hijos,  también era extensa, y convivían o participaban juntos en muchas batallas. La familia de mi madre, estuvo presente en nuestras vidas  de forma  casi diaria. En un principio seguramente porque nuestra madre era la más pequeña, se caso muy joven y el resto, un hermano y dos hermanas, estuvieron más tiempo solteros. Esto hacía que se convirtieran en protectores, no solo de la hermana recién casada, también de los primeros hijos que  tuvo, a los que mimaron casi en exceso, al igual que el abuelo Antonio, que ya estaba viudo.
La tía  Eduvigis y la tía Ana María, fueron las más cercanas, entre otras cosas porque sus trabajos o circunstancias hicieron que vivieran cerca de todos nosotros. La tía Ana María se casó  con Cándido, un silletero de profesión, que conoció en Torrejoncillo (Cáceres) cuando el abuelo Antonio recorría como pastor algún que otro pueblo extremeño.  Se quedaron a vivir en Torrejoncillo, hasta que la vida le marco caminos inesperados y buscaron salidas amables al lado de la familia. Así fue como el tío Cándido entró en nuestras vidas.
El tío Cándido, se convirtió en ese tío qué, según decíamos los más pequeños,  “era más tío”, porque veíamos que se movía entre todos nosotros, casi a diario. 
Bien se merece un recuerdo, aunque su vida, bien podría llenar varias páginas.
Era un hombre lleno de bondad, tranquilo en su forma de hacer, afable en el trato, era en definitiva; buena persona. Se gano el cariño de la familia porque él también sabía darlo y supo acoplarse entre nosotros, como si hubiera nacido en el seno de ella.
Un extremeño habilidoso que, nunca perdió el dialecto ni el acento de su tierra. Al hablar, mezclaba el castellano y extremeño y así aprendimos a familiarizarnos con el dialecto de Gabriel y Galán  y entender las poesías extremeñas de uno de los libros que teníamos en casa.
Renuncio a vivir en  su tierra para satisfacer  los deseos de su mujer que enferma, reclamaba la compañía de su familia. Lo dejaron todo y aterrizaron en Topas con dos hijos y la muerte de su mujer  llamando a la puerta. Era empezar de nuevo sin tener nada.
 Se instalaron en casa del Abuelo Antonio, el padre de nuestra madre, apodado “El tío Frades”  por ser nativo de Frades de la Sierra, y allí pasó la mayor parte de su vida. Convivió  con el abuelo como si de un hijo se tratara,  sorteando  dificultades y desempeñando su profesión de silletero, profesión que apenas le daba para salir a flote y que como le decía el abuelo: “las haces tan fuertes y duran tanto qué, cuando termines de hacer sillas en el pueblo, no vas a tener más trabajo”. El caso es que tuvo ocasiones en que alternaba su profesión con diferentes jornales, aunque esto fue ya cuando en casa no requerían tanto su presencia, su mujer había muerto y los hijos, la mayor parte del tiempo vivían con las tías.
En aquella época se acostumbraba a entender que los hombres viudos y solos, no eran capaces de hacerse cargo de los hijos y haciendo honor a la costumbre y según dicen, a la petición de su mujer, decidieron entre todos, que los hijos, estaban mejor en manos de mujeres y así pasaron a estar el mayor tiempo de sus vidas en casa de las tías. Y él, que podía haber tomado mil decisiones distintas para su vida, nunca abandono a sus hijos,  (que alternaban su casa y la de las tías); se quedó junto a ellos y la  familia que desde el primer momento, le brindó ayuda en todo lo que necesitara.
Con estos antecedentes sus vidas y las nuestras, viajaron juntas sorteando dificultades.  Además de tío, supo ser compañero de los sobrinos mayores, trabajaron juntos y juntos participaron de momentos de asueto y diversión. Una de las mas nombradas entre la familia; era la caza de ranas, para lo que él tenía especial habilidad.
El también supo lo que era emigrar a tierras lejanas, lo hizo detrás de todos nosotros y de su hijo y seguramente con la esperanza, que así fue, de vivir aunque fuera los últimos años de su vida junto a sus dos hijos. También huyendo de la soledad y la vejez,  para morir junto a todos los que le habían acompañado siempre. Su vida tampoco fue fácil.
 Y así, pasando el tiempo, con la nobleza de los hombres rendidos por las circunstancias que le había tocado vivir y con los pulmones ahogándole, se presento un día en casa de mis padres, como si fuera el último que iba a poder subir las escaleras, que lo fue,  a darle las gracias por todo lo que habían hecho por él y sus hijos, porque decía; “mis hijos por la costumbre, no se darán cuenta de lo que habéis hecho… pero yo sí”. Seguramente fue un gesto de necesidad, viendo que la vida tenia fecha de caducidad y él la veía  la muerte ya cercana. Los que nos encontrábamos allí, nos quedamos atónitos, había hecho un esfuerzo físico increíble, sorteando líneas de autobuses y  estaba dando la medida de la gente buena que, no le importo mostrar sus sentimientos y decir lo que seguramente había tenido ganas de decir hacía mucho tiempo. Lo hizo con prisas como quien se sube al último tren y la parada para bajar estaba cerca.  Me pareció un hombre ya entregado a lo que Dios quisiera.  Y si siempre lo había querido, a partir de ese momento, creía firmemente que el acto de quererlo no había sido en vano y se merecía mucho más.  Solo se equivocaba en una cosa: no tenía que disculpar a sus hijos porque, nuestro trato siempre ha sido de hermanos. Y él, fue, “nuestro tío más Tío”.


                               María Calzada