Este Blog ha nacido para dejar volar la imaginación, y al igual que las mariposas, anuncian su presencia con el aleteo de las alas, espero de vez en cuando volar para encontrar historias que contar.

15 de julio de 2013

MALLORCA SIEMPRE VALE LA PENA.

En los años 60 ó 70 en estas islas, (Las Baleares) el turismo hacia acto de presencia sin que,  sus moradores apenas nos diéramos cuenta de  una nueva forma de vivir. Los más avispados comenzaron a recibir a los turistas sin estar  demasiado preparados. La infraestructura aguanto el envite y como la fuerza ahorca, aprendieron a marchas forzadas a ser unos expertos en la materia. Hoy son los mejores. Eso sí, a todos, políticos y empresarios, los ojos le hicieron chiribitas, y a punto estuvieron de matar a la gallina de los huevos de oro. Hubo puntos en que,  arrasaron su medio natural, de manera que, si miramos fotos de años anteriores, son  apenas irreconocibles.  Ahora  nos damos cuenta  de los desmanes que se cometieron y tratan en la medida de lo posible recomponer  los espacios. En esto va lo aprendido. Ahora se evita la masificación y atrás quedan los hoteles mastodónticos  donde cabía tanta gente que, cuando los turistas empezaban a salir de él parecían un pueblo en manada.
Los nuevos empresarios tienen otra visión de lo que debe ser el turismo, aunque  siempre quedaran camicaces que nos les importe arrasar con tal de aumentar sus arcas y, políticos que les ayuden.  
Pasados los años y una vez copado el litoral,  los isleños del interior han sucumbido a las ofertas de empresarios hoteleros o incluso ellos mismos, familias con sentido empresarial,  han pasado de ser payeses, para conformar esos espacios, en hoteles rurales con mucho encanto.
Calle Sindicato
Las ciudades, Palma una de ellas, en verano, a diario adquiría aires de fiesta. La Calle Sindicato, una calle peatonal y comercial por excelencia, era un hervidero de gente que iba y venía. Los comerciantes pasaron de tener la clientela fija del los lugareños, a los de  paso (como solíamos llamarlos) “guiris” en un principio, mayoría ingleses, para poco a poco el aumento de turistas, daba paso a todo tipo de pelajes. Durante años. trabajé en esta calle que, fue adquiriendo aires cosmopolitas y los comercios fueron fajándose a las necesidades de la nueva clientela. Comercios de los llamados de “toda la vida”, reformaron su fisonomía antigua, para darle ese toque de modernidad que parecía demandaba la nueva clientela. Pasamos de vender tornillos a granel a hacerlo en bolsitas que parecía le habían sacado brillo, a vender figuritas de Lladró, pasando por un sinfín de cosas más para el menaje de la casa en general, aquella gran tienda pasó, a no reconocerla ni la “madre que la pario”.  Otros potenciaron ese sabor antiguo para sacarle más rendimiento, aunque fueron los menos.
Calle Sindicato
Todos aprendimos mucho en ese ambiente, que hoy por diferentes razones y sobre todo por las diferentes crisis, se va perdiendo.  Los antiguos comerciantes no aguantan esta nueva forma de hacer y a los que, estos cambios les ha coincidido con la jubilación, han dado por terminada su labor comercial. Los hijos, seguramente se han preparado para otros menesteres y el sacrificio y vocación comercial de sus padres no entra en sus planes. Nuevos camicaces comerciantes, entran en escena, y con la política de, “yo más barato que tú” las calles comerciales se han convertido en un batiburrillo difícil de definir. Se abren y cierran comercios, con la misma alegría, no duran más de tres meses. Y así la fiesta se ha terminado. La fisonomía de las calles ha cambiado, para dar paso, en ocasiones, a una penuria estética penosa. Menos mal que mientras todo esto se cocía, se aprendió a reformar la parte vieja de Palma, la única digna de perder unas horas para patearla a gusto e impregnarse de ese sabor de otros tiempos que, han procurado mantener.

También hay que resaltar que en este país nuestro por muy mal que ande, los lugares de diversión son los últimos en bajar a la crisis, de manera que bares, restaurantes y demás, mal que bien, siguen ofreciendo momentos de ocio y ahí que vamos aunque falte para pagar la luz. Así, con el agua al cuello mantenemos a flote a un país a punto de ahogarse. Mientras, supongo, cabezas bien pensantes, trabajaran con nuevas ideas para reflotarlo del todo.
De todas formas, no se lo pierdan, Mallorca siempre, siempre, vale la pena.
                                                                                                                            MARÍA CALZADA.